En pleno otoño salmantino me adentro en los pinares de la sierra en busca de setas comestibles que cocinar. Virgen en lo que a hongos se refiere, acabo encontrando unos parasoles enormes, cuatro, que servirán de cena en algún momento de la semana. Por otro lado, solo un par de horas mas tarde, caen en mis manos unas senderuelas frescas. Como ya he dicho, sin conocimientos micológicos culinarios previos, me lanzo a la cocina primero con las senderuelas y mas tarde con los parasoles.
Para disfrutar de unas ricas senderuelas sin matar ese sabor tan caracterísico:
Una cebolla que picaremos y pocharemos muy lentamente en una sartén grande.
Jamón, a mejor calidad de jamón mejor sabor, yo uso el de la casa, ese que curamos durante meses, en ocasiones incluso años, en la casa del pueblo. Vuelvo al jamón, picadito, dejándole el tocino, que luego se fundirá con la cebolla y le dará ese buen gustito de comida de casa. Por último añadiremos las setas, limpias y picadas (no mucho, las senderuelas son una especie pequeñita) y las dejaremos un ratito en la sartén, que suelten todo el agua, que se empapen de sabor. Que llenen la cocina de ese olor a tierra y a lluvia, a vida.
No necesitan mucho mas, ni sal (la del jamón suele ser suficiente), ni especias (las senderuelas son muy sabrosas).
Si pasamos al capítulo de los parasoles quizás necesitemos darle un poco mas de sabor machando un par de dientes de ajos con un poquito de aceite de oliva y añadiéndolos a la mezcla de cebolla, jamón y setas.
Si contamos con un pan especiado, de tomate, con nueces... unas rebanadas tostadas acompañan muy bien a las setas. Ni que decir tiene que, como todo en esta vida, cuanto mas tiempo lo dejemos, cuanto mas lenta sea la cocción, mas y mejor sabor tendrá el resultado final.
Y como bien dije, de una tarde recogiendo setas surgió la idea de este blog, asi que...
That if you want rice, Catherine!!!
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